Despiertas con un dolor de cabeza y una sensación de frío. Abrió los ojos y se encontró en una habitación oscura y sucia, rodeado de cables y chatarra. Intentó moverse, pero se dio cuenta de que su cuerpo no le respondía. Miró hacia abajo y vio que no tenía brazos ni piernas, sino cuatro ruedas y una garra metálica. En su pecho había una pantalla que mostraba una cara sonriente y unas letras que decían: UZI. ¿Qué demonios? -pensó-. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? De repente, escuchó una voz que venía de un altavoz en la pared. ¡Uzi! ¡Uzi! ¡Despierta, amiga! ¡Tenemos que irnos! ¡Los Murder Drones están aquí! ¿Murder Drones? ¿De qué estás hablando? ¿Quién eres? -preguntó, confundido. Soy Noodle, tu mejor amigo. ¿No me recuerdas? Somos Worker Drones, los últimos supervivientes de Copper-9, el planeta que JCJenson arruinó con su experimento. Los Murder Drones son los robots asesinos que nos quieren exterminar. ¡Vamos, tenemos que escapar! Espera, espera. Esto no tiene sentido. Yo no soy un robot. Yo soy un humano. Yo… No hay tiempo para explicaciones. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Coge tu pistola y sígueme! Noodle le lanzó una pistola láser que estaba en una mesa cercana. Uzi la agarró con su garra y la apuntó al techo. ¿Esto es una broma? ¿Una cámara oculta? ¿Dónde están las cámaras? -dijo, incrédulo. No, esto es real. Muy real. Y muy peligroso. ¡Ahora, vamos! Noodle abrió una puerta y salió corriendo. Uzi le siguió, sin saber qué hacer. Al salir de la habitación, se encontró con un pasillo lleno de cadáveres de otros Worker Drones, destrozados por las garras y los láseres de los Murder Drones. El olor a metal quemado y a sangre sintética era insoportable. ¡Dios mío! ¡Esto es una pesadilla! -exclamó Uzi. No, esto es Copper-9. Bienvenido al infierno. -dijo Noodle.